En las islas.

 En las Vesteralen

23 de julio, miercoles. 13º día. La excursión. 
Itinerario: Gryllerfort-Andenes-Stave- Sortland 
Pernocta:Sortland. Puerto deportivo 
Km: 110

Son casi las 21 horas y me duelen todos los huesitos de mi cuerpo. Estoy “empachada” de barcos. A las 11 embarcamos y hora y media después estábamos en Andenes. 75 €. El trayecto lo hicimos con nuestra encantadora pareja de Bilbainos y se nos hizo así más corto. Nos despedimos aunque siempre llevaremos de ellos un emotivo regalo que cuelga de nuestro espejo retrovisor junto con nuestro cariñoso recuerdo. En el mismo puerto vimos un gran barco que hacía las excursiones para ver ballenas. No sé si nos equivocaremos o no con cambiar esta excursión por la que vamos a hacer, pero de entrada lo de ir en un gran barco con un montón de turistas corriendo de un sitio a otro intentando ver alguna ….cola de orca a lo lejos, si se ve, no me atraia mucho. A la salida de Andenes encontramos un area de servicio donde cargar y descargar agua y después nos dirigimos a Stave, a la excursión para ver focas y frailecillos. Aunque Stave está señalado en la carretera, el pueblo son realmente media docena de casas y un pequeño embarcadero por lo que ante la duda preguntamos para confirmar que ese era el lugar que buscábamos. Mientras esperábamos decidimos comer y a las 15,40 vemos llegar una lancha fuera borda de no más de 6 m de longitud con gente vestida con monos dentro. Cuando estábamos ya “vestidos para la aventura” pertrechados con los mismos monos que habían llevado los que nos habían precedido y vamos a pagar, nos sorprende pidiendo más de 3.000 coronas, unos 300 euros lo que me deja absolutamente perpleja. Me acerco a la autocaravana y le enseño la información de su propia página web donde dice que son 350 coronas por adulto y 150 por niño cuando él nos pide 750 por adulto y 275 por niño ¡casi el triple!. Responde que es antigua y le señalo la fecha que figura al pié de página: 10-06-08. Nos dice que puede hacernos un precio especial que consiste en cobrarnos como niños. Esto supone unos 275 euros. Tras debatirlo pensamos que estábamos muy lejos de casa, que esto no iba a presentarse más y que merecería la pena. Además, era para nosotros solos, así es que embarcamos. Ignoro como se pondrá el mar cuando esté mal, pero hoy estaba de ”susto”. El bote puso proa mar adentro enfrentándose con unas olas que hacia que nos quedáramos suspendidos en el aire para caer luego a plomo. El agua del mar salpicaba nuestras caras, a lo que sumaba una fina lluvia que caía persistentemente sobre nosotros. Fue como si me hubieran metido en una coctelera y me hubieran estado agitando durante las dos horas y media que duró.Aunque hicimos varios intentos para ver las focas sobre las rocas en lo que nos dijo que era la mayor reserva de estos animales de Noruega, no lo conseguimos. La marea estaba alta por lo que el agua cubría gran parte de las rocas y el tiempo era espantoso. Solo conseguimos ver cabecitas gordas y redondas que emergían para desaparecer en pocos segundos en una graciosa y extraña danza. Nos dirigimos a la isla de los pájaros parándonos antes en alguna que otra curiosidad. Y realmente este isla es espectacular. Sobre nosotros teníamos una auténtica nube de aves. Los frailecillos nos sobrevolaban en grupos, otros, posados, se mecían placidamente sobre el agitado mar. Además pudimos ver una media docena de aguilas pescadoras, araos y cormoranes, pero de lo que más disfruté fue de los frailecillos, pequeñitos, rechonchetes, casi sin colita que tenían ciertas dificultades para levantar el vuelo cuando estaban posados sobre el agua. Resultaban casi cómicos como pelotillas que agitaban sus alas nerviosamente. Pero…el mar no me perdonó. Al llegar a la isla la barca se paró y empezó a balancearse con las olas, y yo a sentirme mal. Entre el movimiento y la humedad y el frío que sentía, me quedé entumecida. Casi no podía ni sacar la cámara de fotos del bolsillo. Dimos la vuelta a la isla muy despacio sin dejar de estar acompañados por nubes de pájaros –y por supuesto, el eterno bamboleo- y solo un ridículo sentido de la dignidad me hizo retener la comida y posiblemente más. El regreso a “todo gas” se me hizo eterno. No podía dejar de mirar el horizonte por temor a perder el control de mi “estómago” pero al llegar….el muelle se había hundido siendo imposible desembarcar. Lo único que deseaba fervientemente era pisar tierra firme. Solo de pensar que tenía que saltar me ponía del “revés”. Seguro que mis piernas no me habrían respondido entre el frío, la humedad y el mareo. A su petición de ayuda acudieron rápidamente vecinos y nos ayudaron a desembarcar. Tardé más de 20 minutos en reponerme. Tenía todo el trasero empapado, los calcetines, los puños de la sudadera. Estaba destemplada y mareada. Después de la aventura salimos dirección Melbu para dirigirnos a las Lotfoten. La carretera es una preciosidad. Todo un lujo para la vista del que hubiéramos disfrutado más sin la  niebla instalada sobre las cumbres e iluminado por el sol. Pero esto es lo que hay y hay que tomarlo como viene. En algunos sitios el agua tenía hasta tres colores distintos que pasaban por la gama desde blanquecino, esmeralda a azul oscuro contrastando con las verdes lomas de las montañas o las blancas arenas de las playas. Un bálsamo para la vista y el espíritu. Pero se hacía tarde y no encontrábamos sitio ….que nos gustara para pasar la noche. Al final, un poco a la desesperada paramos en Sortland junto a un puerto deportivo y algunas casas.

En las Lotfoten

24 de julio, jueves. 14º día. Los vikingos. 

IItinerario: Sortland-Melbu-Fiskebol- Henningsvaer-Borg-Eggum 
Lugares visitados: Henningsvaer y museo vikingo de Borg. 
Pernocta: Playa de Eggum 
Km: 160 

El graznido agudo de una gaviota me despierta a las 3 de la mañana. Me asomo, y por supuesto hay luz, y también niebla. Sigo durmiendo hasta que pongan las calles. El día sigue gris y la niebla se ha instalado en las cumbres de las montañas. Nos dirigimos a Melbu a tomar el ferry a Fiskebol. Según los horario que yo tenía,nos faltaba todavía una hora para embarcar por lo que tranquilamente nos vamos a hacer alguna compra, cuando al rato Raul nos avisa de que el ferry ha llegado y están cobrando en la fila. 22 euros y unos 20 minutos de movidito trayecto. Una vez en las Lotfoten nos acercamos a Svolvaer para obtener información del ferry a Stuvik ya que el trayecto es más corto y habíamos leido que en Moskenes las colas son largas. Pero nos encontramos con que solo hay uno a las 16:00, y casi 4 horas antes, siendo jueves, había ya una buena fila. Y seguro que en tan solo un día no podriamos ver la isla, regresar aquí para tomar el ferry y hacer una espera de 3 horas. Así es que comenzamos con nuestra ruta y decidiríamos sobre la marcha. Pusimos rumbo a Henningsvaer, pueblo con factorias y secaderos de bacalao, toda una belleza con casas de madera construidas sobre pilares que las deja suspendidas sobre el agua. En una esquina vemos una tienda con dos banderas españolas y allí nos encontramos a Andrés, mallorquín casado con una noruega y que ha cambiado el clima de su tierra por la tranquilidad de estas islas. Orgulloso nos dice que las islas son lo mejor de Noruega y que el rey y los príncipes han estado allí, en su tienda. Nos ofrece bacalao fresco salado delicioso y nos abre un barril con paquetes con el precio puesto en euros, para sus compatriotas. Dice que es único y que es de su suegro que tiene una factoría en la que trabaja él en invierno. Luego nos enseña las antiguas boyas de cristal utilizadas para las redes. Son antiguas y no nos parecen caras para lo que cuesta aquí todo, a parte de ser un bonito recuerdo de estas tierras, así es que salimos con dos paquetes de bacalao y la boya. Son ya las 14,00. Si queremos tomar el barco de mañana no veremos nada, así es que durante la comida decidimos dejar para el sábado el regreso saliendo desde Mosquenes y pasando la noche del viernes en la cola del ferry. Yo tengo un listado con los horarios pero es difícil de entender –solo está en noruego-. Una noruega me lo explica y me confirma que hay varias salidas al día. Mientras preparo la comida David y Angel encuentran bígaros y traen un buen puñado que cuezo con cierta pena al ver como algunos, tímidos e ignorando su terrible destino, sacan sus cuernecillos. En la cena daremos cuenta de ellos. Continuamos por la isla hacia el sur y llegamos a Borg. Un aparcamiento nos confirma que hemos llegado a la casa vikinga. Se trata de una gigantesca vivienda reconstruida a 15 m de donde se encontraba la original. Tenemos la gran suerte de que en tan solo 2 minutos comienza una visita guiada en castellano que nos muestra la forma de vida de los que habitaron esta casa, sus costumbres, de qué vivían, qué comían, etc. Parece ser que en esta enorme vivienda vivían todos juntos llegando a ser unos 80. Aparece dividida en dos grandes partes, una de cocinas y talleres, -eran grandes maestros de la madera-, y otra de comedor y salón donde además dormían. Tienen una reproducción de los cascos, que, dicho sea de paso, nunca tuvieron cuernos, aunque si un protector para la nariz.. Al parecer esto se debe a la imaginación de algún productor holibudiense. También espadas y cotas de malla. Podemos comprobar el peso de estas últimas, sobre todo David, que se viste con una. Después nos acercamos dando un paseo de un km a la reproducción de un drakar, pasando antes por la fragua. En el barco David disfruta como un niño. Realmente es bonito, pero el día sigue gris, con niebla, húmedo e incluso frío. Andrés nos dijo que creía que el verano se había acabado. Cuando salimos del museo son ya las 18.00 así es que decidimos seguir los pasos de otros que nos ha precedido y que han hablado de la playa de Eggum, que está muy cerca, y para allá nos encaminamos. Al final de este pueblo, aparece un camino de gravilla que conduce a un prado con una docena de autocaravanas. El lugar es precioso y debe ser ideal para contemplar el sol de media noche del que no vamos a disfrutar ya que el tiempo se obceca en seguir siendo gris. Pero me imaginé una playa de blanca arena y no es así, es de pedruscos gordos y algo de arena blanca entre ellos. En este area hay toma de agua y unos servicios con agua caliente y calefacción. Igual que en España. Son las 19.00 y nos instalamos para pasar una noche que resulta ser fría y húmeda con una niebla “meona” persistente. Durante la cena David y yo sostuvimos un “mano a mano” con los deliciosos bígaros que habían recogido. 

25 de julio, viernes. 15º día. Sus pueblos. 
IItinerario: Eggum-Vikten-Nusfjord-Ramberg-Hamnoy-A-Moskenes-Bodo 
Pernocta: a 20 km de Bodo, hacia el sur por la E6. 13.37808; 65.32603 
Km: 144 

La mañana resulta igual de triste y desmoralizante como las últimas. Frío y niebla. Nos dirigimos a la parte sur de la isla y el sol comienza a verse tímidamente cuando llegamos a Nusfjord, pueblo con una importante industria bacaladera y una curiosa tienda de ultramarinos del principios del XX y donde se pueden ver los almacenes llenos de bacalao así como sus antiguas factorias. Los secaderos rodean todas las zonas altas de este hermoso y plácido lugar que al ser iluminado por el sol parece cobrar vida resaltando los contrastes de los colores de sus casas de madera color Burdeos, con los tonos amarillos y azules de los barcos y el mar. La entrada al pueblo vale 6 € por persona, y si en cierta manera merece la pena, el precio resulta elevado para lo que contiene. Dejamos atrás Nusfjord para ir hacia Vikten que asomada al mar disfruta de una impresionante vista deslucida por el mal tiempo. Rumbo a Ramberg nos encontramos antes con Flakstad que goza de una paradisiaca playa de arenas blancas que contrasta vivamente con el color verde de la hierba y el azul claro rozando el turquesa del mar que parece fundirse en el horizonte con el gris del cielo encapotado. Parece una playa tropical. Toda una auténtica belleza que es disfrutada por más de uno. Hay un camping al lado, y en consecuencia, está prohibido acampar. No nos resistimos a dar un paseo por este mágico lugar por donde Mara corre y disfruta a sus anchas. Ramberg aparece inmediatamente y nos muestra una hermosa playa de arena blanca contrastando con el turquesa del agua y el Burdeos de sus casas de madera. Y continuamos traspasando paisajes de postales, que realmente existen. Lástima que no sea posible parar en cada rincón para perpetuar lo que nuestros ojos admiran, pero si uno es hermoso, el siguiente lo es más, o de otra manera, incluso lo mismo observado desde puntos distintos, muestra bellezas, también distintas. Nos dirigimos al sur. A Hannoya, otro pueblo bacaladero cuya visita vale también dinero. Tiene cuatro casas, así es que lo vemos desde fuera y nos vamos. Y terminamos este idílico recorrido de las Lotfoten en A, la última letra del alfabeto noruego y el último pueblo de la isla. Aquí, aunque el cielo permanece nublado, la niebla no es tan densa, por lo que podemos disfrutar un poco más de la espectacular belleza de estos paisajes donde el agua y el color son reinas indiscutibles y la armonía y serenidad que infunde su contemplación lo abraza y envuelve todo. Compramos una especie de pan dulce en una panadería de principios del XX atendida por dos sudamericanas. A las 14,30 llegamos a la cola del ferry de Moskenes aBodo. Estamos al final de la fila 1, por lo que deducimos que entraremos en el ferry de las 19,30. Comemos y después, mientras me doy un paseo, veo una autocaravana española a la que me acerco. Es Ruge y compañera, de Acpasión. Al rato se acerca una familia que resulta ser la de Bronco ¡qué coincidencia!. Así, charlando de lo “divino y lo humano” nos acercamos a la hora del embarque. En la misma fila nos cobran 126 €, a nuestros amigos un poco más porque pasan de los 6 metros. Embarcamos y salimos hacia Bodo dejando atrás un cielo azul por el este de la isla, aunque por el oeste las brumas seguían envolviendo las cumbres de la isla. El viaje, de tres horas y media se hizo liviano en animada conversación. Hemos recorrido 414 km por estas Islas y en total llevamos ya 6.420 km. A la salida nos esperamos para buscar juntos un lugar donde pasar la noche. Rugé –el más joven- nos abría paso. Pasaban ya las 12 de la noche y podiamos“disfrutar” de cierta oscuridad lo que no impidió que pudieramos distinguir en la cuneta a un alce que tranquilamente se levantó y se marchó. Al principio pensé que era una vaca, pero su silueta era inconfundible. Sólo la vimos Rugé, Angel y yo. A unos 20 km del lugar de desembarco y hacia las 24:40 paramos a dormir en una zona de descanso en la misma carretera junto a un lago.

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